¿Por qué todos los días me tengo que romper la cabeza pensando qué hacer?.

Porque la verdad es que me pudre, y no le encuentro gracia alguna, juntarme en la plaza a tomar mate, llenarme de pasto y que me piquen los bichos (sí­, en invierno tambiénn pican los bichos).

Porque los espectáculos al aire libre apestan y Julio Alak sólo se acuerda en temporada de elecciones que los más grandes son los que votan.
Porque la pendejada está como loca por las calles y eso significa bancarme los constantes "boludo", "boluda", "pelotudo", "pelotuda"; y no de chismosa, sino porque hablan a los gritos.
Porque los niños (que me salen hasta en la sopa) por más lindos, divinos y tiernos que sean, corretean alocadamente llevándose todo por delante, hacen demasiadas preguntas y por consecuencia me estresan.

Porque en vacaciones esta ciudad es un fastidio y no hay nada que hacer porque hasta las bandas mí­nimanente interesantes se las toman claro, para tocar en lugares más copados que este.

Porque supuestamente en este momento, yo ni siquiera debería estar acá, debería estar disfrutando de mis vacaciones al otro lado de la cordillera, en Chile, aspirando smog y muriendo de dolor de cabeza, viendo a Familia Miranda, Griz, Congelador..., bailando en la Blondie, gastándole el teléfono a mi abuela, comiendo cosas ricas, tomándo unas chelas en Rancagua, pegándome el acento puta (la wea weón cachai por la cucha culiao), reviendo gente linda y gente fea, viejos amores y amigos varios. Pero no.