Trágame tierra... !



No sé si con los años me he vuelto demasiado intolerante, pero más que nunca en la facultad me cruzo con personas totalmente insoportables y que por consecuencia, se vuelven (al menos para mí­) demasiado desagradables. Locos/as (mal), desquiciados/as, enfermos/as, de esos/as que no soportas siquiera verlos/as porque te dan ganas de pegarles una piña o bien de vomitar de solo pensar en compartir un tiempo mí­nimo, pero eterno, con ellos/as.
Está bien. No se debe hablar mal de la gente, eso me lo enseñaron cuando era chica... o creo que me lo enseñaron. Pero cuando alguien te cae para el culo y debes bancartela por cuestiones de trabajo o estudio lo cierto es que lo único que solventa ese mal momento es después poder hablar pésimo de ellas.

Así­ que, estaba yo el otro día en la facultad esperando para entrar a cursar. Dos chicas, una que reconocí­ como de mi grupo de trabajo y otra que asumí­ como tal (soy pésima fisonomista, con suerte después de semanas recuerdo caras y nombres), me preguntan qué hicimos la clase anterior porque habí­an faltado.

Después de explicarles muuuuy por encima de qué habí­amos hablado, me dediqué a explayarme sobre otros puntos más interesantes de la clase, como por ejemplo, la chica a la que nadie soporta porque dice permanentes guasadas, incoherencias y hace relaciones estúpidas que nada tienen que ver con la clase.

Y bueno, apenas una me dieron pie empecé a tirar palos... qué si, que se come las "eses", que no sabe lo que dice, seguro que recursa la materia, no se la banca nadie, bla, bla, bla.
Las chicas escuchaban y reí­an, claro, yo muy graciosa con mis comentarios de Miércoles por la mañana.

Todo muy lindo, re divertido... hasta que entramos al aula.

Una de las chicas, que era de mi grupo, se sentó cerca. La otra, que asumí­ como nuestra, se acercó a la silla vací­a que estaba al lado mío. Supuse que se iba a sentar, claro, era de mi grupo, lo más lógico era que se sentara cerca. Pero no. Puso sus cosas sobre el banco y levantó la silla, desplazándose a otro lugar. Bueno, a lo mejor no ve bien desde acá y se va a sentar adelante mí­o.

Tampoco. La chica y la silla seguí­an camino... Hasta que encontraron su lugar, adelante, en ese bello y didáctico grupo, en el que la cabecilla es esa, la bruta de la que hablaba hací­a rato. ¡Noooo!. ¡Noooo!.

Si supieran lo que fue vivir ese momento... sin saber dónde mierda meterme!, buscando desesperadamente a la chica que sí­ era de mi grupo y que en ningún momento me hizo señas de "Callate pelotuda no ves que esa chica es amiga de la bruta!", NADA!. La querí­a matar, me querí­a matar!. Encima la miraba a la bruta, que encima de bruta es re grandota y no da miedo por su tamaño o contextura fí­sica sino por sus gestos, por la forma que habla... y comencé a imaginar la brutal escena a la salida.

Ella. En la puerta, esperándome para arrancarme de los pelos o putearme a lo lindo, que debe ser incluso peor a que te maten a palos.... pero... nada de eso pasó. O sea, pasó que ahora estoy escribiendo este que considero un interesante y aleccionador post, pero más allá de eso, salvo que la bruta (que la llamo así­ porque además de queda claro que la considero una bruta, no tengo la mí­nima idea de cómo se llama) se ponga a leer este blog (lo cual creo casi imposible). Parece que nadie se enteró de nada, porque la chica de su grupo ni se dio por enterada que la bruta de la que hablaba era una integrante de su grupo.

Conclusión / moraleja / consejos útiles
Como verán hablar mal de la gente no trae consigo severas consecuencias, aunque debes tener plena conciencia que puedes ser ví­ctima de momentos de terrible pánico y desconcierto (como los que viví­) al no saber qué mierda hacer.
En todo caso espero que, al contrario de quien escribe, estén provistos de un mejor sentido fisonómico o sino, como dicen por ahí­, utilicen esa hermosa vivencia y conviertanla en un potencial post.

Publicado por Andy grey, quinta-feira, junho 16, 2005