El negro de todos los días


Quizás haber vivido tantos años en Brasil me convirtió adicta al café. Eso de despertar con ese olor que te seguía a todas partes. Que fueras donde fueras y a pesar del calor, era más probable que te ofrecieran un vaso de café que uno de agua. Tal cultura del café que cuando mi hermano era apenas un bebé ya lo tomaba en la mamadera con ayuda de una pajita -¿me pueden creer que nunca tomó con el chupete sino con pajita?, un freak-. Y es que el café de Brasil es uno de los más ricos del mundo. De todas las variedades, intensidades, sabores y colores.

Cada vez que alguien viaja, tengo el hábito de pedir que me traiga café. Cuando vino mi mamá de visita me trajo dos variedades. Un Maxwell House -horrible- y un Nescafé Fina Selección, que desplazó, en mi categoría, al Nescafé Clásico como el mejor de los cafés instantáneos. El Nescafé varía bastante según el país, ese, el chileno es fino como la sal y rico de cualquier forma. Con leche, solo, cortado, helado, caliente -ya les dije que soy adicta, lo tomo de todas formas, a cualquier hora y en cualquier estación del año-.

Hace un par de días mi tío I. trajo un kilo del clásico café Pilao -además del indispensable "feijao preto" y los Garoto-. Para el que se desacostumbró o directamente no tiene el hábito, con una tacita después de comer basta y sobra.

En el verano cuando me vaya de vacaciones, tengo más que pendiente probar todas las variedades de este local. A ver si es realmente bueno o puro marketing. Brindemos entonces.

Publicado por Andy grey, sexta-feira, setembro 29, 2006